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>>Un éleveur de toros bravos parle de l’art tauromachique




Séville, mars 2016

Conférence donnée par José Rufino Martín le 9 février 2016 dans le Salón de los carteles de la Real Maestranza de Caballeria de Sevilla.

José Rufino est issu d’une lignée d’éleveurs prestigieux, mais il ne s’est décidé à reprendre le flambeau familial qu’il y a une vingtaine d’années, après la fin de son autre vie professionnelle. Cavalier émérite, il a été par ailleurs un grand spécialiste de la pratique du coso y derribo, auquel il a consacré un ouvrage paru à Séville en 1996 (Pinceladas sobre acoso y derrribo de ganado vacuno, Séville, Guadalquivir ediciones).

Son élevage, Peñajara, se situe géographiquement à la limite de l’Andalousie et de l’Estrémadure. Il est un des derniers représentants d’une caste de taureaux très ancienne, la casta Jijona, que José Rufino s’efforce de faire mieux connaître. Ce sont des animaux exigeants, avec de la tête et du trapío, de couleurs très variées, à qui on réclame de la bravoure et de la mobilité, mais qui sont censés également suivre la muleta avec noblesse lorsque le torero applique la technique adéquate.

Son point de vue, avec ses idées parfois très personnelles, nous a cependant paru particulièrement intéressant à une époque où certains s’efforcent d’empêcher par tous les moyens les pratiques tauromachiques, sans les connaître, ni même chercher à débattre.

©D. Fournier


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La corrida de toros es una forma concreta y nueva del legendario y añejo espectáculo taurino, descrita en la tauromaquia o el arte de lidiar toros.

He buscado en el Diccionario de la Real Academia las definiciones de muchas profesiones para conocer cuales contienen la palabra arte en su definición y, solo me he topado con las de pintar, esculpir y lidiar, las que al definirlas, necesitan la palabra arte para hacerlas comprensibles. Ahora bien, ¿cual profesión se ha destacado por encima de las otras por formar parte de la cultura o por crear un género literario propio, distinto de los aristotélicos ?

Solo la de lidiar toros forma parte de la cultura y ha creado el género literario “la crónica taurina” para santo y seña de su arte perpetuo. Por otro lado, me pregunto ¿Existe alguna otra profesión que haya contribuido a la formación de la cultura del pueblo español, como conjunto de costumbres y modos de vida, como la hecha por el arte de lidiar toros ?

El espectáculo taurino, concretamente, la corrida de toros, para su celebración, necesita la unión de público, toreros y toros. Si el público se reúne sin que estén presentes toreros y toros, el espectáculo taurino no existe. Por tanto, es condición necesaria para la celebración de estos espectáculos, la llamada corrida de toros, la presencia inexcusable de toreros y toros.

Y que hacen, ¿público, toreros y toros cuando se reúnen ? construir un espectáculo lleno de arte y de belleza, que atrae a propios y extraños, llamado, corrida de toros.

Ahora bien, ¿Contiene la corrida de toros, arte ?

©D. Fournier


Si arte es la actividad humana por la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado, con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros, la corrida de toros tiene mucho arte, ¡tanto ! que los toreros construyendo su obra maestra, lidiar a un toro, emplean recursos plásticos en ejecución efímera y cambiante -unos 20 minutos dura la lidia de un toro- en cuya realización, aparte de la admiración que le propicia el público, contagian a otros artistas de múltiples disciplinas a que suelten sus dones lingüísticos o sonoros, sus artes, para plasmar, estáticamente, ciertas escenas de la corrida.

Por eso, la corrida de toros es el único arte que necesita un conjunto de artistas, pluridisciplinarios de artes estáticas, que inspirados en el toreo, emplean sus expresiones pictóricas, esculturales y discursivas para dar a conocer, describir y realzar los intríngulis artísticos que tiene la efímera lidia de un toro.

El arte que tiene la móvil y efímera lidia de un toro, no se ve en las estáticas obras de arte realizadas por los grandes artistas cuando con sus pinceles, escoplos o plumas, representan escenas de lidiar toros, sino que solo se ve cuando se asiste de espectador a una corrida. ¿Se veía el arte que tiene una corrida a leer a Ortega y Gasset, cuando escribió que la historia de las corridas de toros, revela algunos de los secretos más recónditos de la vida nacional. O viendo las pinturas de Goya o de Picasso, cuando representaban escenas de la lidia de toros. O escuchando los alegres pasodobles que toca la banda del Maestro Tejera en la plaza de la Maestranza de Sevilla ?

F. Goya


En esas obras se ve la calidad del artista autor, pero por muy magistralmente que estuvieran ejecutada, en ninguna de ellas se ve el arte superior y amplio que tiene la corrida de toros. De todos los seres vivos, solo los seres humanos tienen la facultad de crear obras de arte, sacados del grupo de animales originarios que sufrieron la metamorfosis de ampliar su exclusiva existencia irracional, con la capacidad de inventar, de interpretar situaciones complejas, como música, matemáticas, física, de aprender y transmitir estructuras lingüísticas raras, de crear arte, etc. Pues bien, este grupo de animales debido a la metamorfosis que sufrieron, quedaron convertidos en el Homo sapiens, u Homo neanderthanlensis, único ser vivo creado que se ha hecho y se sigue haciendo así mismo y, con su trabajo y esfuerzo, estudia y analiza su evolución, desde hace unos 45.000 años y lo sigue y seguirá haciendo en tanto existamos.

Dicha metamorfosis, concreta y centra este mundo trascendente, que es pura vida inteligente, que alumbra, lustra y purifica la creación máxima, la creación del mundo, la creación universal, sobre la que el hombre ha recibido el encargo de terminarla, conservarla, y modificarla que, aunque parezca cuento, fabula o mito, no lo es, es la pura realidad vital, que, claramente eleva al hombre por encima de los otro seres vivos y, que como ser superior, el creador del mundo, le ha puesto en sus manos las dificilísimas tareas indicadas.

Todos conocemos la importancia que tienen los hombres dentro de la creación, aunque hayan pasado por controversias, fracasos, guerras incruentas, incluso muerte, pero hoy por hoy, se ve con claridad que, la labor que ha realizado y realiza el hombre, es tremendamente exitosa y esperanzadora, como claramente lo dicen mil hechos como : alargar la vida de sus congéneres, la mejora diaria de su habitad y existencia, el crear inmensas obras de arte, como puede ser la faena que un torero le hace a un toro, etc.

Dichas cualidades humanas no son estáticas, sino que se encuentran en un estado constante de evolución progresiva y continua. Pero de verdad, lo que eleva al hombre por encima de la creación universal y lo hace rey de la misma, es el conocerse así mismo, en sus saberes y en sus inclinaciones, en sus obras de arte, como claramente ha quedado demostrado por las huellas que los hombres vamos dejando, al recorrer el sendero que une la vida corporal con la anímica, por medio de las representaciones teatrales, de los conciertos, de la prosa, de la poesía, de lidiar toros, etc. espectáculos inmensos y sobrenaturales creados por los artistas al estar tocados por un halo sobrehumano que los hacen inmortales en su condición de seres vivos mortales y que, con sus artes, nos hacen ver que nosotros aun siendo tierra somos un trozo de cielo en el suelo que pisamos. No cabe en mente pensar que algunos hombres, creyendo que benefician a la obra creada, ataquen la obra excelsa en su arte de la corrida de toros que, aunque sean efímeras, son dos horas en las que borramos nuestros problemas debido al esparcimiento que necesita el alma humana.

Al ser el espectáculo la cosa que se ofrece a la vista o a la contemplación intelectual y es capaz de atraer la atención y mover el ánimo infundiéndole deleite, asombro, dolor u otros efectos más o menos vivos o nobles, podemos asegurar que todos estos atributos espirituales están muy bien representados, desde sus inicios, exclusivamente en el arte de lidiar toros y, mucho antes que apareciera el ditirambo griego, progenitor de la tragedia ática de origen homérico, o de las fiestas Leneas o, Dionisiacas, etc. que se representaban al aire libre en un espacio circular de tierra lisa y compacta, donde vinieron a recaer los espectáculos taurinos para satisfacción y arraigo de los habitantes de la Mesopotamia, unos 3.000 años antes de Cristo, importados de la India, país que absorbe y aniquila la cultura que recibe y exporta la propia y, desde donde se deslizaron, silenciosamente, por las orillas del Mare Nostrum hasta Hispania.

©D. Fournier


Pero como la corrida de toros, además de ser hecha por un creador de arte, el torero, hombre que está hecho de materia distinta a los otros hombres, necesita la colaboración desinteresada, noble y generosa de un ser vivo sin capacidades intelectivas, el toro bravo de lidia, hacen que la bella obra construida, no sea estática como lo son las pinturas y esculturas, sino que es efímera como la propia vida lo es y, cuya existencia goza de un atractivo y de una seriedad que la hace distinta a cualquier otra obra de arte.

Los artistas de obras estáticas, pinturas, esculturas, arquitecturas, solo arriesgan sus prestigios, hacen bien su obra o no la hacen, mientras que la obra efímera de lidiar un toro, el artista que la hace, además, arriesga lo más preciado que tiene un hombre, su propia vida, para plasmar un arte supremo que, a fuer de ser efímero, es sobrenatural, casi divino.

P. Picasso


Ese colaborador excepcional que necesita el artista torero para realizar su obra, tiene que tener una condición excepcional, bravura, conducta y nobleza, que los ganaderos intentamos mantener, mejorar y conservar, por ser el sustento exclusivo, desde tiempo inmemorial, de los espectáculos taurinos, bravura, conducta y nobleza, que deben enseñar y ofrecer los morlacos que se lidian en las actuales corridas de toros. Pero fijémoslo, ese colaborador excepcional del torero, es un producto derivado del trabajo importante y del esfuerzo encomiable que realizamos los ganaderos al seleccionar escoger algo intangible e invisible, la bravura, que no afecta al cuerpo de las reses seleccionadas, sino que le dan esencia a su comportamiento cuando la enseñan durante la lidia.

La creación o aportación que han hecho y seguimos haciendo los ganaderos es hacer que ese toro, esa fiera salvaje, no ataque dando zarpazos descontrolados, sino que lo haga, ordenadamente, siguiendo fijo y obediente a los trapos, capote y muleta, una vez haya demostrado su bravura en la necesaria suerte de varas.

Con los atributos que debe tener el colaborador del torero y, solo con estos, cobra vida el gran espectáculo que representa la corrida de toros al ir dirigida a incrustarse en el alma de los espectadores. Los productos que se buscan y tienen todas las razas de animales existentes, creadas por la naturaleza o por los humanos, como leche, carne, trabajo, son elementos necesarios para poder vivir y que necesita el perecedero cuerpo humano.

Sin embargo, las cualidades intangibles e invisibles que solo tienen los animales de lidia, fueron creadas y mantenidas por los ganaderos, en razón a la influencia que ejercían y ejercen en el esparcimiento necesario que necesita la inmortal alma humana.

©D. Fournier


Toros salvajes que cuidaban y cuidan los ganaderos para conservar su bravura y su conducta, dado que dichos atributos son piezas esenciales e imprescindibles que hacen que los espectáculo taurinos no decaigan, vivan desde antaño y sobrevivan a los ataques de los anti taurinos, de los políticos y, ese vivir y sobrevivir se ha acuñado claramente en la cultura de un pueblo, como manantial inagotable de un arte especial, inconmensurable, aunque los detractores de estos espectáculos, ignorantes de su importancia, uso y significado, no quieran reconocerlo. La corrida de toros es el único espectáculo que, con solo anunciarse, sus detractores se preparen para reventarlos, atacando a los espectadores.

Desde que aparecen los homínidos inteligente en la tierra, los hombres usan, se sirven, se acompañan y se alimentan de todos los otros animales, seres vivos y cosas y, no es al revés como intentan decirnos los detractores de las corridas de toros, cuando creen que por atacar al rey de la creación, al hombre, defienden a un animal irracional, de esos que han servido y sirven al hombre, aun sabiendo que los espectadores de las corridas no lo atacan sino que lo elevan a los cielos como parte integrante e imprescindible de una obra de arte, que siendo efímera es eterna.

©D. Fournier


Solo lo atacan aquellos que sintiéndose amorfos, no aprecian la complacencia espiritual que sentimos los aficionados cuando nos recreamos viendo una corrida de toros.

El inútil y baldío esfuerzo que hacen los detractores de las corridas, es lo contrario de lo que hoy demanda la vida, que solo pide paz y concordia en su significado exclusivo y excluyente de homo sapiens, por defender a un animal que se sacrifica en un ritual litúrgico (liturgia son las reglas que regulan los espectáculos), lleno de devoción, de contemplación y, de admiración transcendental que beneficia al alma humana sin hacer daño a nadie, ni al animal sacrificado siquiera. No obstante, para mí, el ataque fundamental que reciben hoy las corridas de toros, no tiene su origen de forma exclusiva en los anti taurinos ni en los políticos, sino que devienen de los rescoldos incandescentes que se anidan y se mantienen en el alma de los espectadores cuando presencian una corrida de toros aburrida. Sin embargo, ciertas personas la atacan al creer que es una fiesta en donde hay regocijo en los espectadores por ver maltratar al toro o porque el toro hiere al torero, como dice Wikipedia.

Los que interpreten que la corrida de toros es un hecho tan sórdido, seres ignorantes por ignorar su propia ignorancia, claramente ponen de manifiesto el desconocimiento existente sobre el origen de las corridas de toros, el porqué de su existencia, de sus significados, etc. desde que nacieron en la India como rituales religiosos.

Por otro lado, estos detractores no distinguen los rituales que conforman el sacrificio de un animal que va dirigido a la inmortal alma del espectador, con los sacrificios que, continua y abundantemente se realizan por doquier, con fines alimentarios y deportivos, que solo van dirigidos al perecedero cuerpo humano.

©D. Fournier


La mucha o poca presencia de espectadores en cualquier espectáculo dice con claridad si es aceptado o rechazado.

Hoy conocemos el retroceso de espectadores que padecen las corridas de toros, que hacen temer lo peor para dichos espectáculos. Pero según yo creo, dicho retroceso tiene su origen en los vientos negros que azotan los horizontes taurinos, propiciado por la carestía que tiene el acceso a dicho espectáculo, y por quien le sigue de cerca sus pasos, como es la desgana soporífica que se adueña del sentimiento de los espectadores cuando la plaza queda inundada de un sopor inmutable.

Solo el entramado taurino en sus versiones especiales de toreros, empresarios y ganaderos somos los que podemos acotar dichos vientos negros, lo mismo que lo hicieron los españoles que fueron liberados por los invasores árabes ante la prohibición que tenían implantadas los reyes godos o el pueblo español, con la prohibición promulgada por el rey afrancesado.

Ahora bien ¿qué sensaciones recibe el alma de un espectador de cualquier espectáculo para que desee volverlo a ver a pesar del precio de las entradas ?

Pues yo diría que podrían ser las sensaciones de deleite, asombro, entusiasmo, dolor, belleza, espanto, gracia, tristeza, alegría, etc. Pero si nos fijamos bien, las corridas de toros son los espectáculos que van dirigido al alma del espectador antes que al cuerpo y, bajo mi punto de vista, esto se debe a que es el único espectáculo en el que, en cada uno de ellos, están presentes y visibles todos los atributos sentimentales antes indicados, por qué es el único en donde los espectadores de cualquiera de ellos, pasan del disfrute, gozo y alegría viendo el arte que contienen, a un espanto y miedo horrible cuando barruntan una tragedia sobre el albero.

Este cambio brusco que padece el ánimo de los espectadores, solo existe en las corridas de toros.

©D. Fournier


En otros espectáculos, se producen pitos de rechazo o aplausos de aceptación, pero en ninguno de ellos se encoje o se agranda el corazón o el alma del espectador como sucede en las corridas de toros. En el siglo XXI, somos conscientes de que tenemos que hacer vida, vivirla, defenderla y mantenerla dado que vida es, según la Academia “Fuerza o actividad esencial mediante la que obra el ser que la posee”, y éste ser poseedor y mantenedor de vida, los humanos, tenemos la obligación de hacer que la vida progrese, (progresar no es exclusivo de una acción política, aunque haya intentado adueñarse de ella) que la vida mejore, que no se pare, ni se estanque, ni se ponga mohosa que, por ser vida, tiene que avanzar en su mejora, dado que si no avanza o se para, retrocede y, si retrocede, retrocediendo se auto aniquila. Todos los humanos tenemos que ser conscientes de que la vida trascendente e inteligente que vivimos, tiene que recibir todo el respeto reciproco que merece y necesita, sin ningún tipo de exclusión, dado que sus almas necesitan a sus cuerpos, íntegros, sin que ningún congénere los hayan atacado o dañado, por causa de tener gustos, ideas y sentimientos distintos de los que lo ataca.

Consecuentemente, los detractores de las corridas de toros tienen que hacer honor a su condición de humanos inteligentes, manteniéndose en esta su condición, sin esquivarla, ni evitarla, ni renegarla, que defender a un animal que está al servicio del hombre, como lo está el resto de la creación, o intentar que solo convivan los que tienen ideas iguales y únicas, nos permite indicarles, con todo respeto, que hoy por hoy, se ha desechado la agresividad, la violencia y la sola convivencia de ideas homogéneas, porque nada ni nadie justifica sus existencias, sino que se vive bajo la compresión, el respeto reciproco y la diversidad de ideas, hechos que devienen de las inclinaciones y de los gustos de cada uno, como bella diversidad elemental necesaria para valorar, en toda su extensión, nuestras vidas, sepamos vivirla, la aprendamos, la mantengamos, la respetemos, la defendamos y, quien no la respete, o la ataque, obvie, esconda, evite, u oculte, sepamos aislarlo de nuestra sociedad como ser extraño, contaminador de la misma. Que el respeto reciproco y mutuo que nos debemos, significa que nosotros mismos nos respetamos.

Por todo ello, tenemos que saltar y ponernos en pie para, esgrimiendo las poderosas razones que tenemos, defendamos con ahínco y energías, nuestras corridas de toros.

©D. Fournier

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