À la suite de l’entretien réalisée en mars avec Olga Odgers (http://www.ameriquelatine.msh-paris.fr/spip.php ?article869), il nous a paru intéressant de publier cet article spécialement réécrit par les auteurs pour notre page parce qu’il propose une vue assez complète sur un thème qui, d’un côté à l’autre de l’Atlantique peut prendre des résonances particulières.
Tijuana, août 2016
Olga Odgers ; Érika Valenzuela
(El Colegio de la Frontera Norte)
Introducción [1]
A mediados de la primera década del siglo XXI, Tijuana, Baja California experimentó un incremento inusitado de violencia. Algunas de sus expresiones más visibles fueron el acelerado aumento en el número de secuestros y homicidios (Sánchez, 2011) [2] y la irrupción en el espacio público de prácticas de una violencia simbólica sin precedentes en la ciudad (Ramírez, 2009) [3].
Tanto la magnitud de este fenómeno como la rapidez con la que se produjo causaron gran desconcierto entre los habitantes de dicha población, quienes debieron transformar profundamente sus prácticas cotidianas, dando origen al éxodo de empresarios al otro lado de la frontera, la disminución de las actividades recreativas en el espacio público, e incluso la restricción de la movilidad en particular de los jóvenes (Ortega, 2012).
Ante tal situación, surge la interrogante sobre cuáles fueron los recursos -culturales, sociales, materiales- de los que echaron mano los habitantes de Tijuana para hacer frente a la violencia, y mediante qué sistemas simbólicos se percibió, pensó y actuó ante las nuevas amenazas al patrimonio y la propia vida.
Dentro de esta amplia interrogante, nos interesamos por estudiar el papel de la religión ante la violencia. En particular nos interesó saber si, ante la diversidad de sistemas simbólicos, redes sociales e instituciones existentes, los tijuanenses que se identifican como creyentes católicos, evangélicos o testigos de Jehová hicieron de sus creencias, rituales, comunidades e instituciones religiosas, un recurso ante la violencia. Y de ser así, cuáles son las principales coincidencias y diferencias en las respuestas que estos tres diferentes sistemas simbólicos aportan. En particular, buscamos poner a prueba la idea que propone que la religiosidad podría constituir un recurso que incrementa la resiliencia (Arévalo, Prado y Amaro, 2008), o bien que la participación en actividades religiosas puede constituir un factor de protección ante la depresión y la ansiedad, tanto por la participación en redes sociales, como por el impacto emocional en quienes las realizan (Abramowitz, 1993 ; Koenig, 2009 ; Koenig, George y Siegler, 1988).
Por otra parte, asumimos que aun entre quienes se identifican como creyentes, la religión, como sistema de creencias, compite con otros sistemas interpretativos de la realidad. En este sentido, lejos de considerar que la identificación religiosa baste para comprender la interpretación y la actuación de los sujetos creyentes, nos interesa observar cómo dichos sujetos aceptan, rechazan o combinan diferentes sistemas interpretativos para construir las orientaciones prácticas que primarán en su vida cotidiana [4] .
Así, para conocer la forma en que la religión fue movilizada por creyentes de esas tres distintas denominaciones, realizamos un estudio cualitativo, basado en entrevistas a profundidad, dirigidas a quienes, además de identificarse como católico, evangélico o Testigo de Jehová, tuvo que hacer frente de manera directa o cercana (en la persona de un miembro de su familia) a un suceso violento, definido como robo, extorsión, secuestro u homicidio. Para el análisis, se seleccionaron quince casos (cinco para cada denominación religiosa), donde se exploró de qué manera los líderes, las mujeres, hombres y jóvenes experimentaron formas de violencia tales como robos, extorsiones, secuestros y homicidios, y cómo hicieron frente a dicha situación, desde su vida cotidiana. Partimos de la hipótesis según la cual este proceso puede presentar diferencias importantes dependiendo de los sistemas simbólicos de referencia (catolicismo, protestantismo evangélico, testigos de Jehová).
A continuación presentamos nuestros hallazgos principales, distinguiendo la relevancia de : a) las creencias y la ritualidad ; b) las comunidades de creyentes, y c) las instituciones religiosas, ante experiencias de violencia. Por último, a manera de conclusión, explicamos las principales diferencias encontradas y algunas de sus implicaciones.
El papel de las creencias y la ritualidad en las experiencias de violencia
Las creencias religiosas se condensan en cosmogonías y teodiceas que no solamente exponen la forma y las razones por las cuales fueron creados el mundo y los hombres, sino también cómo éstos deben contemplarse a sí mismos, y cuál debe ser su manera de actuar (Kurtz, 2007).
En la cosmogonía de las tradiciones religiosas seleccionadas en nuestro estudio –todas ellas cristianas- el componente antropogénico resulta central : Dios crea a los hombres voluntariamente y éstos deben contemplarse como imagen y semejanza de él. Así, en los tres casos estudiados (católicos, evangélicos y testigos de Jehová) se sanciona la violencia ; sin embargo, es en la narrativa de los creyentes evangélicos y testigos de Jehová entrevistados en donde se evoca de manera más explícita la cosmogonía para explicar por qué la violencia no solamente es una conducta censurable en el creyente, sino que debe ser considerada como pecado. De manera particular, los evangélicos explican que al ser el hombre imagen y semejanza de Dios, la violencia es pecado porque atenta contra la dignidad de una creación divina. Más aún : la violencia es un caso arquetípico de pecado, pues Satanás mismo sería el origen de la misma, y “usaría” a la persona para atentar contra Dios. Sobre este punto, un ama de casa y líder en una comunidad evangélica afirma : “… sé que tengo promesas de parte de Dios para mi vida y mi familia ; entiendo que mi lucha no es contra sangre ni carne, sino espiritual ; no es contra la persona que comete el acto de violencia, sino contra Satanás, que utiliza a estas personas” (Margarita [5]).
Por su parte, los testigos de Jehová evocan continuamente el mito del pecado original en sus explicaciones en torno a la violencia, de manera que ésta se contempla como un acto pecaminoso, resultado de la naturaleza caída del hombre y de la influencia de Satanás, presente desde el inicio de la humanidad. Así, se encuentran explicaciones como la siguiente, ofrecida por una joven : “Nosotros hemos aprendido que la violencia se origina desde el mismo principio de las cosas, cuando Jehová crea todo el universo” (Esther). Específicamente, identifican el asesinato de Caín (Génesis 4:1-26) como el primer acto violento reportado en la historia. Otra ama de casa añade : “A partir de ahí la gente ya no nace perfecta, ya nace imperfecta, fuera del paraíso. Se va desarrollando la violencia como una forma de vida normal, porque la gente ya no obedece las normas de Jehová ; ahora se deja llevar por ese espíritu de un gobernante malo, que es Satanás, el Diablo” (Aurelia).
Por otra parte, además de la cosmogonía, las teodiceas permiten acercarnos a las interpretaciones religiosas de la violencia, en su función de narraciones explicativas de la existencia del mal y la razón del sufrimiento (Kurtz, 2007:57). Las teodiceas, como partes esenciales de los sistemas de creencias, integran las experiencias dolorosas a un marco teológico que las califica como situaciones inevitables o impredecibles, o como circunstancias que ocurren en aras de un bien futuro mucho mayor al sufrimiento presente : “In general terms, the core of this religious knowledge is organized around the central problem of theodicy, which in its literal meaning is a vindication of God’s providence in view of the inevitable presence of evil in the world” (Turner, 1991).
Así, la violencia es presentada por nuestros entrevistados como un evento que pone a prueba la fe, un evento azaroso que no tiene que ver con la voluntad divina, e incluso una circunstancia derivada de la maldad del hombre.
Observamos que católicos y evangélicos consideran que la violencia obedece tanto a condiciones sociales como factores espirituales : atribuyen el incremento de la violencia a la corrupción, la pobreza, el acceso desigual a la educación y el desempleo. De manera complementaria, señalan como factores espirituales la falta de valores, la desintegración familiar y la ausencia de Dios en la vida de las personas.
A diferencia de ellos, los testigos de Jehová, subrayan la relevancia de la influencia satánica en la sociedad como la causa primordial de la violencia. Para ellos, existe una división tajante entre la sociedad y el mundo espiritual considerando que la acción del creyente debe limitarse al ámbito espiritual (predicar). De esta forma, se distinguen de los católicos y evangélicos, que contemplan la compatibilidad de su responsabilidad como creyentes y la importancia de su intervención como ciudadanos.
Al respecto, un católico entrevistado explica : “No podemos aislarnos en el mundo. Por ejemplo, tengo que pensar en términos de sociedad, de resultados de los gobiernos, y tengo que pensar en qué es lo que nos ha llevado a la situación en que estamos. Sé con toda seguridad que la corrupción es el elemento principal de que hayamos llegado a este punto. Entonces, a partir de eso, tengo un discernimiento que me lleva a determinar que algo como ciudadanos tenemos que hacer” (Leonardo).
Si bien los creyentes evangélicos, al igual que los católicos, recurren a explicaciones tanto seculares como religiosas para comprender la violencia, a diferencia de los católicos, otorgan más peso a estas últimas. De esta forma, la violencia, además de ser causada por circunstancias sociales, se debe a la falta de una experiencia de conversión a Dios y las consecuencias que de ello se derivan : falta de empatía, carencia de amor mutuo y pérdida de valores e influencia de los demonios, factores que han sido profetizados desde siglos atrás.
Una joven estudiante evangélica ilustra este punto : “No cabe duda de que es tamos en los últimos tiempos por cómo se está poniendo todo tan violento […] y tanta maldad en la Tierra. La violencia ocurre porque no hay ese amor al prójimo, ni temor a Dios, el querer agradar a Dios” (Aurelia).
Católicos y evangélicos explican la violencia usando recursos que provienen tanto de sus respectivos sistemas de creencias como de su formación personal en su profesión o trabajo. Es decir, si bien es cierto que católicos y evangélicos recurren a teodiceas para explicar la violencia, no se atienen exclusivamente a éstas, sino que utilizan otros elementos de carácter secular.
En contraste, los testigos de Jehová subrayan de manera enfática que la causa de la violencia es la influencia de Satanás en la sociedad y el gobierno y destacan el componente escatológico del incremento de la violencia, al considerarlo como una señal del “fin” de este mundo [6]. Así lo explica una creyente : “Dios nos es culpable de lo que pasa, sino que el gobernante de este mundo es el enemigo número uno de Jehová, que fue quien se le rebeló al principio, Satanás ; él ha sido el causante de todos los problemas y por él estamos sufriendo ; pero pronto su final va a llegar y él lo sabe, por eso hay más violencia” (Aurelia).
La dimensión profética de la violencia tiene consecuencias importantes en las acciones que los creyentes toman o dejan de tomar con respecto a este fenómeno : para los testigos de Jehová la violencia tiene un carácter ineludible, pues es una señal de los últimos tiempos, de manera que los creyentes nada pueden hacer para enfrentarla o disminuirla, es Dios mismo quien solucionará el problema : “Como dice Jehová : sólo espera un poquito más de tiempo para que yo pueda actuar […] vivimos con esa esperanza ; es más, por decir así, ya queremos pasar a la otra fase, ya queremos vivir diferente. ¿A quién no le gustaría vivir sin violencia, sin inseguridad ? Pues a todos ; sin embargo, nosotros no creemos que la solución está en manos de los hombres, sabemos que la solución está en manos de Jehová” (Esther).
Las teodiceas deben concretarse en formas específicas de actuación frente a una pluralidad de asuntos y problemáticas para ser significativas a una comunidad de creyentes a lo largo del tiempo. Al interior de un sistema de creencias, estas actuaciones son reguladas continuamente por los líderes y practicadas de forma más o menos sistemática por los creyentes mediante rituales. Así, el ritual es : “a regularly repeated, traditional, and carefully prescribed set of behaviors that symbolizes a value or belief” (Kurtz, 2007:65).
La función del ritual es más evidente cuando se trata de situaciones problemáticas que demandan explicaciones y formas de actuación específicas, como es el caso de las experiencias de violencia que involucran el secuestro y la muerte (Kurtz, 2007:67).
En nuestro estudio, los rituales que los creyentes llevan a cabo con la finalidad de afrontar una experiencia de violencia —y en algunos casos de disminuir los efectos de este fenómeno en la sociedad, guardan estrecha relación con sus respectivos sistemas de creencias. Para el caso de los católicos y evangélicos, los rituales más socorridos son las oraciones, a través de las cuales los creyentes piden por la disminución de la violencia, por la protección de amigos y familiares y por la conversión de quienes ejercen la violencia : “Sí, se hacen oraciones por la paz de Tijuana ; inclusive se pide por los secuestradores ; no los disculpamos, pero por alguna razón andan en eso, puede ser por la necesidad de comer, porque sufrieron de violencia intrafamiliar […] Pedimos para que se den cuenta del mal que están haciendo. A muchas personas se les hace difícil orar por ellos, pero sabemos que lo tenemos que hacer” (Margarita).
De igual manera, la importancia de la oración es notable en el caso evangélico, quienes también consideran que a través de esta práctica que incide en el mundo espiritual se producirán cambios en la sociedad. Sin embargo, una diferencia importante se observa con respecto a la realización de otras actividades, más cercanas al ámbito político que al religioso, como la organización de marchas y manifestaciones para denunciar la inseguridad y exigir la actuación del Estado en el control de la violencia. Un joven evangélico relata cómo los miembros de la iglesia oraban continuamente por la liberación del familiar de un congregante, quien había sido secuestrado : “el caso de un doctor en el 2009 : cuando lo secuestraron se hicieron marchas para que saliera, entre ellos Cristianos en contra de la violencia ; el señor era el papá de una persona que se congregaba en la iglesia San Pablo. Hacíamos noches de oración, veladas, marchas silenciosas, como una forma de manifestación social” (Manuel).
Además de la oración, los creyentes evangélicos usan el espacio público para manifestar abiertamente su inconformidad hacia la violencia en Tijuana. Esta característica los distingue de los católicos, quienes con menos frecuencia también expresan su oposición a la violencia a través de marchas ; pero sobre todo, los diferencia de los testigos de Jehová, quienes usan el espacio público únicamente para la predicación casa por casa.
Los tres grupos de creyentes consideran que deben responder con calma ante un suceso violento, en conformidad con las enseñanzas de sus sistemas de creencias, tales como el perdón, el amor al prójimo y la fe en la protección divina. En este marco, por ejemplo, se aprecia cómo la Biblia se convierte en un elemento relevante que dirige la actuación de los evangélicos hacia la violencia y quienes la ejercen. En este punto es importante destacar que la figura de la conversión está presente, aun de manera tácita, en las formas de actuar hacia los agresores, como ilustra el testimonio de un padre de familia evangélico, víctima de robo : “Yo cuando sufrí el asalto de mi hijo y el robo de mi casa, oré por ellos para que Dios los transformara” (José). Evangélicos y católicos insisten en que la venganza no es una vía aceptable para reaccionar ante la violencia, sino que deben actuar en conformidad con las enseñanzas bíblicas, de la iglesia y aun de sus líderes. Un entrevistado católico, cuyo sobrino fue secuestrado y asesinado en 2009 señala : “La familia en vez de tomar venganza se unió y se acercaron más a la iglesia [ ] a Dios” (Leonardo).
Cabe señalar que no todas las acciones que realizan los creyentes para afrontar la violencia poseen un carácter ritual. Algunas de ellas son formas de actuación que combinan tanto elementos seculares como ideas que caracterizan al sistema de creencias : en los tres casos se considera legítima la denuncia ante las autoridades, incluso invocando la autoridad bíblica, como explica un creyente testigo de Jehová : “Hay antecedentes bíblicos de lo que se hacía en la antigüedad […] Desde siempre ha puesto Jehová personas que velen por la seguridad de su pueblo y de otras personas : en el antiguo Israel había jueces, sacerdotes ante los cuales se llevaban los casos judiciales ; en el tiempo de Pablo o de los demás apóstoles, había un sistema judicial donde se llevaban a cabo denuncias. Y en nuestro caso también Jehová nos exhorta a eso : a acudir a las autoridades y a poder denunciar el que seamos víctimas de cualquier atropello, no quedarnos callados ; sin embargo, no vengarnos por nuestra propia cuenta” (Esther).
En suma, los rituales son modalidades recurrentes de actuación mediante las cuales los sujetos enfrentan la violencia. Al tiempo que los practican, los sujetos reproducen aspectos fundamentales de los sistemas de creencias y se vinculan intersubjetivamente como una comunidad. La coexistencia de sistemas explicativos y formas de actuación seculares se encuentran también presentes, ocupando un espacio importante para católicos y evangélicos, siendo más limitado para los testigos de Jehová.
Las comunidades de creyentes en la experiencia de violencia
Las relaciones intersubjetivas, articulan temporalmente a los creyentes en una comunidad, en la medida que éstos comparten ideas significativas que orientan sus acciones. Esto implica que las relaciones intersubjetivas contribuyen a la construcción de la identidad de los creyentes, si se comprende a ésta como la percepción que tienen de sí mismos en relación con otros sujetos que comparten o no sus creencias. [7]
En la mayoría de los casos observados, la comunidad religiosa es considerada una segunda familia por el creyente, en donde revitaliza su fe y en la cual encuentra apoyo espiritual, emocional y, en ocasiones, económico, ante circunstancias adversas, como las experiencias de violencia.
Tanto los creyentes católicos como los evangélicos entrevistados, señalaron recibir apoyo espiritual y psicológico ante las experiencias de violencia. No obstante, de los tres grupos únicamente los evangélicos ofrecen apoyo psicológico profesional, no sólo a quienes han sufrido violencia, sino también a quienes atraviesan por situaciones extremas y momentos de crisis. Una creyente evangélica describe : “[La comunidad] ofrece apoyo emocional : tenemos un centro de consejería y apoyo a las personas que han sufrido sea violencia intrafamiliar o de otro tipo ; tenemos un seminario que se da dos veces al año que se llama La sonrisa de los que lloran ; dura dos días, la [instructora] que lo imparte es una terapeuta que es parte de la iglesia, y es especialmente para las personas que han sufrido abuso, y las personas salen sanadas porque se les lleva por un proceso para la sanidad de su alma” (Margarita).
Por su parte, los católicos, si bien consideran importante el apoyo de la comunidad, también señalan su ambivalencia al destacar aspectos negativos, como las envidias y la ambición : “No hay unión, no hay valores, y en la comunidad sucede algo similar : se pelean los grupos diferentes y el protagonismo nos hace daño” (Leonardo).
En el caso de los testigos de Jehová, la importancia de la comunidad reside primordialmente en que a través de ella se identifican con respecto a quienes no comparten su sistema de creencias. Una actividad específica en donde se observa tal demarcación, es en la predicación casa por casa, como detalla una ama de casa testigo de Jehová : “El salir a compartir a Jehová, aunque nos rechacen […] pero al que rechazan es a Jehová, no a nosotros” (Aurelia).
Con respecto al apoyo ofrecido por la comunidad de testigos de Jehová, solamente se señala el ámbito espiritual : “[La comunidad] ofrece consuelo con la Biblia, enseña el motivo de la violencia, la esperanza que da para el futuro. A la gente que quiere aprender más se le enseña mediante un estudio bíblico” (Aurelia).
En la medida en que contribuye a la demarcación de fronteras identitarias, la comunidad permite al creyente encontrar estabilidad y sentido frente al cúmulo de sucesos y la diversidad de individuos que pueblan el escenario urbano : “Podríamos decir que promete cierto consuelo espiritual : la perspectiva de tornar más tolerable la vida en común al eliminar el esfuerzo de entender, negociar y pactar que exige vivir entre y con la diferencia” (Bauman, 2007:125).
La demarcación de fronteras a través de los lazos comunitarios es importante en los tres casos observados. Por ejemplo, una creyente evangélica explica, refiriéndose a los jóvenes de su congregación : “Se les lleva a tener una identidad en Cristo” (Margarita).
En los casos de los entrevistados católicos y evangélicos, se concibe a la comunidad como un recurso en la crianza de los hijos dentro del sistema de creencias, no sólo en la prevención de la violencia, sino en la del desarrollo sano del individuo, espiritual y socialmente. Por lo tanto, se concede gran importancia a que los hijos pertenezcan a la comunidad religiosa, pues los creyentes consideran que conforme los hijos incorporen las enseñanzas y valores de la iglesia, se acercarían más al ámbito espiritual y sería menos propenso a involucrarse en experiencias de violencia. Un padre de familia evangélico afirma : “Mis hijos son muy entregados a las cosas de Dios, lejos de las amistades que los embaucarían a […] situaciones donde impera la violencia” (José). En concordancia con lo anterior, un padre de familia católico considera que “Si uno tiene la oportunidad como cristiano de formar a sus hijos en los valores religiosos, es mucho más seguro para que nuestros hijos no tuerzan el camino” (Leonardo).
En suma, encontramos que el apoyo aportado por las comunidades de creyentes se limita al apoyo espiritual, y a algunas formas de apoyo psicológico en el caso de católicos y evangélicos. Si bien, la violencia es explicada también en su dimensión social por católicos y evangélicos, no existen estructuras de apoyo social –o económico- por parte de la comunidad para quienes enfrentan situaciones de violencia. El apoyo aportado por la comunidad se limita entonces a su función de referencia simbólica o refugio identitario.
Las instituciones religiosas : el apoyo de los líderes religiosos en las experiencias de violencia
Las instituciones religiosas constituyen el tercer elemento de un sistema de creencias a través de cual éste asegura su continuidad : “Religious institutions create a base from which religious beliefs and practices can have regularity over time. Indeed, the provision of continuity is the very essence of institutionalization” (Kurtz, 2007). En ellas, los significados relevantes para el sistema de creencias son manipulados por un cuerpo de agentes, separados del resto de los creyentes, a quienes corresponde la “gestión de los bienes de salvación” (Bourdieu, 2006 [1971]:42-43). Los líderes son, por tal motivo, los agentes legítimos en la gestión de los bienes de salvación en el campo religioso : establecen las formas ortodoxas de llevar a cabo la práctica de las creencias y sancionan tanto las interpretaciones erróneas como las prácticas que atenten contra la coherencia, estabilidad y permanencia de los sistemas de creencias.
En nuestro estudio, identificamos que términos generales, las interpretaciones de los líderes en torno a la violencia son semejantes a las que ofrece la comunidad de creyentes.
Los líderes católicos consideran que la violencia se origina no solamente por causas espirituales, sino por factores sociales concretos : pobreza, uso de drogas, corrupción, migración e impunidad. El Estado, por tanto, tiene parte de la responsabilidad del problema. En su opinión, algunos factores, si bien están arraigados en la vida cotidiana, tienen una causa que apunta a lo espiritual, como la desintegración familiar a causa de la pérdida de valores tradicionales defendidos por la iglesia.
Un sacerdote entrevistado puntualiza los aspectos negativos que inciden en el declive de valores, la degradación de la familia y la consecuente violencia dentro de la sociedad :
Tenemos el país más corrupto […] que ha aceptado el aborto, que quiere aceptar la eutanasia, que quiere aceptar un matrimonio gay, que acepta y quiere que la marihuana sea legal. Si de verdad las familias se dieran cuenta del trabajo que ellos tienen, que atendieran a sus hijos, que les dieran su espacio, te puedo asegurar que los hijos, lo último que iban a pensar, es en ser sicarios, es en ser asesinos, sino en ser alguien de bien. (Carlos)
Por su parte, los líderes evangélicos señalan de forma tangencial algunos aspectos sociales que inciden en el incremento de la violencia ; no obstante, el énfasis recae en las causas espirituales de este fenómeno. De tal modo, para los líderes evangélicos, la violencia es una expresión de la naturaleza pecaminosa del hombre, así como una señal que precede a la segunda venida de Cristo. Así, el fenómeno de la violencia comporta un elemento profético importante, como lo hace notar este pastor evangélico :” [La Biblia dice que] vendrán tiempos peligrosos, que las cosas van a ir haciéndose cada vez peor y habla de egoístas, habla de ensimismados, gente ambiciosa, orgullosa, gente llena de maldad, y creo que eso lo estamos viendo de alguna manera ; es el producto de una sociedad sin Dios, y creemos que pueda ir de mal en peor” (Enrique).
De los tres grupos de líderes, los testigos de Jehová son quienes más resaltan la dimensión escatológica de la violencia (tal como el resto de los creyentes) : la violencia es un pecado, una muestra de la naturaleza caída del hombre y una manifestación de los últimos tiempos, aquellos que preceden al establecimiento de un reino donde no habrá maldad. En virtud de ello, los líderes explican que hay poco que pueda hacerse para frenar este fenómeno, toda vez que se trata de un suceso profético. En este caso, el gobierno contribuye poco al combate de la violencia, pues se encuentra bajo la influencia de Satanás.
Como puede apreciarse, al igual que entre los creyentes, la diferencia principal entre los tres grupos de líderes radica en que, a diferencia de los católicos y evangélicos quienes reconocen en la violencia factores sociales y espirituales, los testigos de Jehová consideran que las causas de la violencia son exteriores al ámbito social, siendo eminentemente espirituales. La sociedad es, pues, el espacio de acción de Satanás. Bajo esta perspectiva, la violencia es una expresión de la influencia satánica en el gobierno y la sociedad en general, y, finalmente, una señal ineludible de los últimos tiempos. Ésta líder testigo de Jehová explica que la influencia satánica en la vida social está prevista desde siglos atrás, y afirma que “el diablo está extraviando a la gente”, “el diablo está detrás del sistema” ; pero que, en última instancia, “Dios traerá finalmente la justicia” (Gloria).
Las consecuencias del carácter marcadamente escatológico de la violencia en los testigos de Jehová serán discernibles en las acciones que los creyentes llevan a cabo para disminuirla o enfrentarla. Así, mientras los católicos y evangélicos contemplan cierta responsabilidad social del fenómeno, los testigos de Jehová conceden poco margen de acción para el individuo, cuya labor se concreta en la predicación de sus creencias, con la finalidad de que más gente se “salve” y escape a la influencia diabólica de Satanás en la sociedad. En este sentido, la acción humana y el papel de las instituciones religiosas se limitan al apoyo espiritual que puedan ofrecer los que han padecido una experiencia de violencia.
Por otro lado, las acciones que los líderes llevan a cabo en torno a la violencia guardan correspondencia con las ideas de sus respectivos sistemas de creencias. Asimismo, como agentes que legitiman y preservan el capital simbólico del sistema de creencias, los líderes alientan ciertas formas de actuación respecto a la violencia, mientras sancionan otras. Entre ellas, destacan las encaminadas a ofrecer apoyo emocional y espiritual a quienes han padecido violencia, acompañándolos, dándoles consejos y recomendado observar la experiencia de violencia a través de las creencias que caracterizan a cada religión.
Los líderes católicos opinan que el papel de la iglesia católica es contribuir al resguardo de los valores tradicionales en aras de prevenir la desintegración familiar, señalada como una de las causas de la violencia : la iglesia católica deber acercarse y atraer a los miembros que se han alejado, quienes se han desencantado de esta institución religiosa por causas como la pederastia y la ausencia de fórmulas renovadas que despierten el interés de los creyentes.
Así, las formas de actuar institucionalmente guardan correspondencia con las aspiraciones de los creyentes católicos, quienes consideran que la iglesia otorga apoyo espiritual y emocional a quienes han padecido violencia, a pesar de que éste no proviene siempre de los sacerdotes, sino de los otros creyentes de la comunidad. Un ama de casa católica, ponderando el apoyo que ofrecen los sacerdotes y la comunidad, afirma que “el apoyo espiritual y emocional que te da la iglesia es invaluable, sobre todo si te toca un sacerdote consciente del dolor humano, porque muchas veces te puede tocar un sacerdote que sea indiferente, pero está la comunidad, y ésta te brinda mucho apoyo” (Marcela).
De manera semejante, el apoyo que los líderes evangélicos otorgan a quienes han experimentado un suceso violento es, principalmente, espiritual y emocional. Acerca de la misión que cumple la iglesia y específicamente los pastores ante el incremento de la violencia, el pastor evangélico detalla lo siguiente :
Ahora, ¿qué está haciendo la iglesia al respecto ? Pues creemos que debemos lanzar ese mensaje del evangelio, el mensaje de Dios, el mensaje de Cristo. Cristo mismo lo dice en los evangelios : En el mundo tendremos aflicción, pero confiad en mí, yo he venido al mundo. Cristo promete una paz, con su promesa de cercanía a nosotros ; entonces creo que de alguna manera en la medida que ejerzamos nuestra función de transmitir el mensaje del evangelio que está en la Biblia, va a transmitir ese sentido de tranquilidad en medio de la inseguridad. (Enrique)
Hay que añadir que en el caso de la comunidad evangélica los ministros también ofrecen apoyo de tipo emocional, que se expresa como la compañía y el consuelo que ofrecen a quienes han padecido violencia, e incluso en la insistencia en que los demás congregantes visiten a las personas afectadas, como a afirma el pastor evangélico : “Que haya otros miembros de la iglesia visitándoles, acompañándoles, estando ahí con ellos, es parte de lo que hay que enseñar” (Enrique).
El apoyo espiritual y emocional ofrecido por la iglesia evangélica se encuentra más estructurado que en el caso católico. El pastor explica cuáles son los ministerios que se encargan de llevar a cabo estas actividades : “[…] tenemos área de ministerio, equipos de trabajo podríamos decir : por ejemplo, en el hospital general, […] tenemos otro equipo que trabaja en las prisiones aquí en el estado […] Tenemos un centro de consejería que creo que ese ser a el primero ; es el centro de consejería que le da precisamente la ayuda psicológica, espiritual, emocional a los afectados” (Enrique).
No obstante, conviene insistir en que, desde la perspectiva de sus propios líderes, el principal apoyo a las víctimas de la violencia consiste en oración ; además, si son inconversos, se les invita a la conversión. Se parte del supuesto de que, en la medida que la gente se convierta, las personas será transformadas internamente y la violencia disminuirá.
Sobre la importancia de la conversión y la forma en que se busca incluso para las personas que han experimentado violencia, el pastor explica : “[…] lo primero que hacemos es acercarnos a la familia, estar ahí, ofrecer la oración si quieren que oremos, que le pidamos a Dios por su vida, a tomar pasajes de la Biblia. Lógicamente creemos que debemos conducir a la persona a esa conversión ; para nosotros, la conversión es experimentar ese perdón de Dios a través de su fe en Cristo Jesús, que es lo que profesamos nosotros” (Enrique).
De forma parecida, los líderes testigos de Jehová consideran que la labor principal de la institución es predicar a los inconversos, ante la inminencia del “fin” de los tiempos. Por ello, la tarea central de la institución es la enseñanza, a través de la cual los individuos aprenden a vivir en conformidad con las Escrituras. En virtud de que la violencia es una señal del fin de los tiempos, la líder entrevistada dice : “Dios quiere que nos salvemos, Por eso predicamos a las personas. Tratamos de que la gente vaya aprendiendo, Si seguimos sus enseñanzas [de Jehová] vamos cambiando poco a poquito (Gloria)”.
En conclusión, los líderes alientan conductas que están relacionadas con los sistemas de creencias, tales como el perdón, la empatía, el consuelo, la predicación, la enseñanza, la denuncia y, en el caso de católicos y evangélicos, una actuación como “buenos ciudadanos”, llegando hasta la organización de marchas, como un recurso de protesta en el espacio público.
Conclusiones
Si bien es cierto que la religión no es el único recurso del que disponen los creyentes para comprender y hacer frente a la violencia, en nuestro estudio las distintas dimensiones de la religión resultaron ocupar un lugar importante.
Aunque en términos generales las primeras reacciones que los creyentes reportan ante un suceso violento son la ira, la frustración e incluso el deseo de venganza, en un segundo momento insisten en los recursos que obtienen de la religión, destacando entre ellos la oración, la asistencia a los cultos y a las reuniones de enseñanza, y la predicación a los no creyentes.
Ahora bien, además de esta coincidencia, existen también diferencias importantes en la forma en que Católicos, Evangélicos y Testigos de Jehová recurren a la religión ante la violencia.
Los católicos atribuyen la violencia a factores sociales tales como la pobreza, la corrupción, la migración y el uso las drogas. Consideran que estos factores de orden estructural inciden en el ámbito cotidiano, contribuyendo a una progresiva pérdida de los valores y la desintegración familiar. A estos elementos suman el alejamiento de muchos creyentes de la institución religiosa. Ante tal panorama, la labor de la iglesia católica es, en opinión de los líderes, propiciar el acercamiento con la comunidad y promover valores como el perdón, el respeto a la vida y el amor al prójimo. Estas apreciaciones sobre las causas de la violencia, así como la importancia otorgada a la oración, la misa y los grupos de enseñanza como acciones para afrontar o disminuir sus efectos en la sociedad, se nutren principalmente de los discursos provenientes de la Biblia, el catecismo y las encíclicas.
Los creyentes evangélicos conjugan tanto factores sociales como teodiceas en sus explicaciones de las causas y el incremento de la violencia, a la cual ven como una expresión de la naturaleza caída del hombre, una manifestación de la maldad del mundo y el cumplimiento de una profecía ; estas interpretaciones guardan relación con las acciones que los creyentes llevan a cabo para enfrentar la violencia.
Así, la labor primordial del creyente es la predicación del evangelio, pues conforme los individuos se conviertan, serán espiritualmente transformados y vivirá en conformidad con las voluntad divina. Pero además –y a diferencia de los católicos y testigos de Jehová- incorporan a sus esfuerzos acciones dentro del espacio público que buscan disminuir el impacto de la violencia en la ciudad (entre ellas pueden citarse las visitas a los presos, los desayunos para las esposas de los policías y las marchas por la paz). Otra diferencia respecto a los otros dos grupos, es que en los creyentes evangélicos destaca la importancia que se otorga a la participación política, ya sea de manera individual o colectiva. Así, en la interpretación evangélica no existe contradicción entre la actuación en el ámbito religioso y la participación política con el fin de frenar la violencia. Por otro lado, si bien los testigos de Jehová encuentran también en la oración y el culto un importante refugio ante la violencia, éstos se distinguen de católicos y evangélicos por la preeminencia de la interpretación estrictamente religiosa –escatológica- de la violencia. En consecuencia, ni en su interpretación de la violencia ni en su actuación hay espacio para la dimensión social o política : la violencia, además de ser un pecado, es una muestra del poder satánico sobre la sociedad y una manifestación de los últimos tiempos ; en este sentido, la única acción válida para el testigo de Jehová es la divulgación de las creencias, labor que realizan mediante la predicación de casa en casa y a través de los cultos y grupos de enseñanzas. Adicionalmente, a diferencia de la interpretación católica vinculada al ámbito social, o de la actuación evangélica en donde se reconoce la importancia de la acción política, entre los testigos de Jehová encontramos fronteras más impermeables entre los posibles sistemas de sentido : la interpretación religiosa predomina, sin que se identifiquen espacios de negociación con otras lógicas interpretativas.
Cabe mencionar que la rigurosidad con que mantienen las fronteras interpretativas parece tener un reflejo en la forma en que se estructuran, también, las comunidades de testigos de Jehová, que al igual que entre católicos y evangélicos es la dimensión más socorrida ante las experiencias de violencia. Entre los testigos de Jehová, sin embargo, se insiste en que el apego a las enseñanzas bíblicas es el elemento que resulta indispensable para afrontar este tipo de situaciones.
Resulta interesante destacar que, pese a las diferencias arriba señaladas, los creyentes entrevistados encuentran en el ámbito religioso un recurso útil para seguir adelante, reorganizar sus vidas y encontrar un sentido a su actuar ante la violencia. En dicho sentido, el estudio realizado parece indicar que, en efecto, la religiosidad podrá constituir un recurso para sobreponerse de la experiencia traumática de la violencia.
No obstante, a partir de las entrevistas realizadas, se identifican dos momentos diferentes. El primero, simultáneo o muy próximo temporalmente al suceso violento, en donde las acciones van orientadas hacia el repliegue en sí mismo en la oración o hacia la comunidad ritualidad colectiva, consejería, etc. Estas acciones fueron mencionadas como un recurso valioso ante la depresión y la ansiedad. En el segundo, con mayor distancia temporal, las acciones se vuelcan hacia el exterior, ya sea en su vinculación con la participación política -principalmente en evangélicos- o social –principalmente en católicos-.
Así, mientras en el primer momento se busca el consuelo y la protección de Dios y/o de la comunidad, en el segundo momento se busca actuar en el mundo de acuerdo con orientaciones específicas para transformarlo, aunque sólo sea — como sucede con los Testigos de Jehová— en espera del fin de los tiempos.
Para concluir, es importante destacar las diferencias existentes entre, por una parte, católicos y evangélicos, y por la otra, testigos de Jehová, en relación con el potencial movilizador de la religión ante la violencia : mientras la interpretación de la violencia, en el caso de los católicos y evangélicos, puede llevar a una activa movilización en los ámbitos político y social, en el caso de los testigos de Jehová lleva, por el contrario, a un repliegue dentro del universo religioso.
Así, mientras entre católicos y evangélicos la adscripción religiosa no necesariamente se contrapone con la conformación de actores sociales y con su participación política, en los testigos de Jehová esta vía parece improbable.
Referencias
Abramowitz, Leah, (1993), Prayer as therapy among the frail Jewish elderly, Journal of Gerontological Social Work, vol. 19, núms. 3-4, pp. 69-75.
Arévalo, Sandra, Prado, Guillermo y Amaro, Hortensia (2008), Spirituality, sense of coherence, and coping responses in women receiving treatment for alcohol and drug addiction, Evaluation and Program Planning, núm. 31, pp. 113-123.
Bourdieu, Pierre (2006), Génesis y estructura del campo religioso, Relaciones, vol. XXVII, núm. 108, pp. 29-86, otoño, El Colegio de Michoacán.
Giménez, Gilberto (1998), La religión como referente de identidad, en Giménez, Gilberto, Procesos culturales del fin de milenio, Tijuana, El Colegio de la Frontera Norte.
Jaimes, Ramiro (2012), El neopentecostalismo como objeto de investigación y como categoría analítica, Revista Mexicana de Sociología, vol. 74, núm. 4, octubre-diciembre, UNAM, pp. 649- 678.
Koenig, Harold. G. (2009), Research on religion, spirituality, and mental health : A review, Canadian Journal of Psychiatry, núm. 54, pp. 283-291.
Koenig, Harold G., George, Linda K. y Siegler, Ilene C. (1988), The use of religion and other emotion regulating coping strategies among older adults, The Gerontologist, núm. 28, pp. 303-310.
Kurtz, Lester R. (2007), Gods in the global village. The world’s religions in sociological perspective, California, Pine Forge Press.
Ortega Granados, Luis Adolfo (2012), Seguridad en movimiento. La movilidad como estrategia de los empresarios fronterizos para afrontar la violencia en Tijuana, Baja California, tesis de maestría en Estudios Culturales, México, El Colegio de la Frontera Norte, A.C.
Ramírez Sánchez, Miguel Ángel (2009), Inseguridad pública en Tijuana, Tecate y Rosarito. La paradoja del miedo y los delitos violentos , en López Estrada, Silvia (coord.), Diagnóstico sobre la realidad social, económica y cultural de los entornos locales para el diseño de intervenciones en materia de prevención y erradicación de la violencia en la región norte : el caso de Tijuana, Baja California norte, México, SEGOB, pp. 365-396.
Sánchez, Munguía Vicente (2011), La actual lucha del gobierno mexicano contra la delincuencia en la frontera con Estados Unidos, Frontera Norte, vol. 23, núm. 45, México, El Colegio de la Frontera Norte, pp. 97-130.
Turner, Bryan (1991), Religion and social theory, Londres, Sage.
La religión como recurso ante la violencia : católicos, evangélicos y testigos de Jehová en Tijuana, México de Olga Odgers et Érika Valenzuela est mis à disposition selon les termes de la licence Creative Commons Attribution - Pas d'Utilisation Commerciale - Pas de Modification 4.0 International.
[1] Este trabajo fue desarrollado en el marco del proyecto Conacyt 166635. Tiene como punto de partida la tesis de maestría realizada por Érika Valenzuela en El Colegio de la Frontera Norte, con el apoyo de una beca Conacyt. Una versión previa fue publicada en la revista Culturales.
[2] De manera semejante a otros estados fronterizos, a mediados de la primera década del siglo XXI, Baja California experimentó un incremento acelerado en los delitos asociados al narcotráfico (Sánchez, 2011:120) ; específicamente, los delitos de mayor impacto —como secuestros y homicidios— presentaron un incremento notable : el número de denuncias presentadas ante agencias del Ministerio Público en esta entidad por el delito de homicidio, pasó de 483 en 2006, a 858 en 2008 ; y en cuanto a la privación ilegal de la libertad, de 38 aumentó a 115 en el mismo periodo. (Fuente : Información con base en archivos de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE), consultados en abril de 2012 en la página web : http://www.pgjebc.gob.mx/)
[3] E.g. : suspender cuerpos sin vida en puentes viales de cruceros concurridos o abandonar cadáveres —o parte de ellos— cerca de centros escolares, entre otros. Según Ramírez, el 2008 fue “el año más sangriento” en la ciudad ; esto se evidenció en la brutalidad de la violencia, que se expresó en “ejecuciones a plena luz del día tanto en zonas residenciales como en áreas comerciales, la muerte de víctimas inocentes y el elevado número de ejecuciones” (Ramírez, 2009:365).
[4] Las entrevistas fueron realizadas entre marzo y mayo de 2012, en la colonia Playas de Tijuana. Dicho espacio fue elegido por resultar representativo de la diversificación religiosa que distingue a la ciudad de Tijuana (Jaimes, 2012).
[5] Con la finalidad de resguardar el anonimato de los entrevistados, todos los nombres que aquí figuran son ficticios.
[6] A diferencia de católicos y evangélicos, para los testigos de Jehová, si bien se conserva el sentido escatológico y la creencia en la Resurrección y el Juicio Final, no se habla del fin del mundo como una “destrucción” en sentido literal, sino una transformación del mismo por la intervención divina.
[7] Para Giménez, la identidad es la “representación que tienen los agentes (individuos o grupos) de su posición en el espacio social y de sus relaciones con otros agentes (individuos) o grupos que ocupan posición o posiciones diferenciadas en el mismo espacio” (Giménez, 1998:152).
Article tiré du site : http://www.ameriquelatine.msh-paris.fr
Rubrique:
Cartes blanches