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15 avril 2016
Mariella Villasante Cervello
Los resultados de la primera vuelta electoral en el Perú han demostrado la importancia política del fujimorismo, que no ha dejado de crecer desde el retorno de la hija del dictador Alberto Fujimori a la arena política nacional ; cuando su padre llegó a Santiago de Chile desde el Japón, esperando poder presentarse a las elecciones presidenciales de 2006. Pero esta tentativa absurda jugó contra el ex dictador, que pudo ser llevado ante la justicia peruana que lo condenó a 25 años de cárcel. ¿Cómo comprender esta situación lamentable que resulta incoherente para la clase política cultivada y para todos los analistas extranjeros ? Es muy probable que la realidad preocupante de este período esté ligada al hecho de haber subestimado el discurso fujimorista, su populismo y sus extravagancias, sus redes clientelares y sus privilegios, sin que se hayan propuesto análisis serios de este proceso de manipulación de las esperanzas de los Peruanos. Peor aún, el partido fujimorista se ha reestructurado después de la caída del dictador Fujimori y ha alcanzado una acceptación nacional cuando la hija retomó la riendas del partido por encargo de su padre. Con fines electorales evidentes, ella ha tomado distancia del padre, al menos públicamente, y ha logrado que la clase política peruana la incluya como una candidata decente a la presidencia del país.
Esta situación implica preguntas urgentes. ¿Cómo es posible que Keiko Fujimori haya logrado que se olviden los crímenes del padre, del período autoritario y de gran corrupción que caracterizó su mandato ? ¿Cómo explicar que el negacionismo de las violaciones masivas de los derechos humanos de miles de Peruanos por las fuerzas armadas y por los grupos paramilitares dirigidos por el siniestro Vladimiro Montesinos sea acceptado o silenciado por las autoridades estatales y por la clase política nacional ? ¿Quiénes han votado por Keiko Fujimori ? ¿Cómo responder al desafío actual, es decir al peligro que implicaría para el país que sea elegida presidenta en junio ?
• La existencia de un partido fujimorista luego de que la Comisión de la verdad y la reconciliación haya publicado su Informe Final, el 28 de agosto de 2003, es impensable y contraproducente, totalmente incomprensible en la marco internacional. Alberto Fujimori ha sido juzgado y condenado a 25 años de prisión por sus crímenes contra la humanidad, nunca ha manifestado su arrepentimiento, ni ha pedido perdón a las miles de víctimas de su régimen corrupto y sanguinario. Cierto, Keiko Fujimori ha declarado en la prestigiosa Universidad de Harvard —que le brindó una tribuna incomprensible—, que respetará los derechos humanos. Pero nunca ha reconocido el valor central del Informe Final de la CVR. Por lo cual es evidente que el tema de los derechos humanos es instrumentalizado con fines electorales, para adquirir una decencia moral que nunca tuvo.
• El negacionismo de los crímenes del régimen de Alberto Fujimori ha obtenido el apoyo de las Fuerzas armadas, y de una parte importante de la clase política que prefiere cerrar los ojos y “olvidar” el pasado de violencia que vivió nuestro país durante dos décadas. Muchas autoridades que trabajaron durante el régimen fujimorista han logrado conservar sus puestos, sus privilegios y sus regalías. Nadie las ha molestado y no han sido llevadas ante la justicia por sus delitos de corrupción o por sus crímenes (por ejemplo en las esterilizaciones masivas).
• Los electores del fujimorismo son, en parte, las autoridades que llegaron al poder con Fujimori y que quieren conservar sus cargos y sus privilegios. Estas personas niegan, por comodidad y por ignorancia política, los delitos y los crímenes de Alberto Fujimori, apañados y negados por la hija Keiko y por el resto de esta familia. Los fujimoristas son también las personas pobres, en zonas rurales y periurbanas, que han sido convencidas que “Fujimori venció al terrorismo de Sendero Luminoso”, y que la hija seguirá sus pasos “con mano dura” ante los remanentes senderistas y ante la criminalidad ordinaria que ha crecido en los últimos años.
En fin, otra parte del electorado de estos tristes personajes es representado por el sector de las élites económicas que han recibido privilegios durante los años 90 que quieren conservar a toda costa.
• La posible elección de Keiko Fujimori a la presidencia del país representa un peligro nacional cuyas consecuencias deben ser explicitadas antes de la segunda vuelta electoral. El reino de la corrupción volvería al país, al más alto nivel del Estado, la liberación del criminal Alberto Fujimori sería posible, lo cual implicaría la anulación de todos los avances alcanzados por la justicia peruana despues de la guerra interna. Está demas decir que los avances (pasados y por venir) en materia de derechos humanos estarían gravemente comprometidos, o simplemente anulados ; y los grupos de defensa de estos derechos fundamentales serían atacados y relegados. En materia económica, el ultra liberalismo se impondría como modo de gobierno ordinario, con todo lo que ello implica contra la justa redistribución de riquezas del país.
Cierto, podemos considerar que el 39% de votos ha sido lo máximo que K. Fujimori podía conseguir con su participación en estos comicios electorales. Ello significa que el 60% de electores elegirá a su contendiente, representante de la derecha tradicional. Sin embargo, la obtención de un porcentaje tan alto por una candidata del fujimorismo, que pretende “heredar” del poder del padre es un asunto muy grave, que compromete el presente y el futuro del país. Por lo cual es indispensable tomar la medida justa del proceso actual, donde ya sabemos que la mayoría parlamentaria será fujimorista, y adquirir un mejor nivel de cultura política, divulgando la historia del período de violencia vivido entre 1980-2000, una tarea nacional que ningún gobierno ha realizado desde 2001.
En efecto, si el negacionismo perdura, si partidos neo-senderistas como el MOVADEF y sus succedáneos existen aún, si las clases populares consideran que una Keiko Fujimori puede representarlas, creyendo en su discurso populista y en sus estrategias autoritarias ; pensando además que los defensores de los derechos humanos, y los militantes de las ideas progresistas son “terroristas”, es porque se desconoce la historia real de la guerra interna peruana, y del régimen de corrupción de Alberto Fujimori. La hija no es diferente, ella representa la continuación del padre.
Es pues urgente deconstruír todas las falsas ideas sembradas y cultivadas por los fujimoristas, y divulgar de manera sistemática todos los resultados del Informe Final de la CVR —en los medios públicos y universitarios—, que son nuestra principal fuente de conocimiento de la guerra interna. La verdad histórica del período de la violencia reciente, que aún no se termina, debe ser difundida para que no volvamos a caer en los errores del pasado, y para que el fujimorismo y el senderismo desaparezcan total y definitivamente de nuestro país. La tarea es de largo aliento, pero urgente para afianzar los valores de democracia y de justicia que existen también en el Perú.