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>>Matilde Horne, hommage à la traductrice par Leopoldo Brizuela

La Plata, juin 2008




Acabo de enterarme de que murió en Ibiza, hace ya una semana, la traductora Matilde Horne. Tenía 94 años. Vivía en una “residencia asistida” desde hace un tiempo-

Matilde es célebre en su –nuestro- gremio porque tradujo El señor de los anillos , de Tolkien. Pero ése fue sólo uno de los muchísimos autores que abordó, en su mayor parte para Sudamericana, de Buenos Aires, y para Minotauro. Lawrence Durrell, Doris Lessing, y su amadísima Angela Carter, son algunos de los autores que pasaron al español gracias a una exquisita alquimia, que era la de toda una generación irrepetible de traductores argentinos : Aurora Bernárdez, José Bianco, Enrique Pezzoni.

Autodidacta como todos ellos –ni recordaba cómo había aprendido el inglés- traducía como quien recrea. Haciendo, literalmente, poesía. Y doy fe, vivía en ella.

Yo trabajé muchísimo con Matilde, cuando empezó a perder la vista.

En una casa de aquí de La Plata, a dos cuadras de mí casa de hoy. La conocí en una librería donde trabajaba su hermana Perla, por casualidad, durante ese breve intento que hizo por volver a radicarse en la Argentina de donde había partido en 1978, aterrada de que les pasara algo a sus dos hijos, Virginia y Martín. Nos hicimos amigos entrañables, desde el primer momento.

Aquí tradujimos juntos a John Crowyley, a Angela Carter, a Sylvia Plath, a Eudora Welty. Yo tenía unos veinte años y ella setenta. Vivía en una extrema austeridad, pero no se notaba. El té, las ensaladas, los recuerdos, las historias y sobre todo, las palabras, que para ella eran cosas, se volvían lujos si uno compartía sus días.

Y amaba a sus amigos. Cómo los amaba. A Mónica Lacoste y Carlos Firpo, a Martha Vasallo, a Sara Delpino, a Amalia Cernadas, a Francisco Madariaga.

Quizá algún medio recoja su historia extraordinaria. Quizá alguien mencione a Marc Chagall –de quien era prima : su apellido de soltera era, también, Zagalsky, a su gran mentor, Paco Porrúa, a su amigo Juan Carlos Onetti –que la convirtió en un personaje de La vida breve-, a su alumno ocasional Julio Cortázar, o recuerden su paso de nómade por el Hotel Melancólico de Belgrano, por Montevideo, por Barcelona, por Ibiza.

Yo prefiero evocar un solo recuerdo. El de su hermanito Elías, apenas menor que ella, y que había muerto antes de los tres años. Cantaba, Elías. “¡Cómo cantaba !”, recordaba Matilde, y su recuerdo introducía ya, en su tiempo, un segundo de eternidad. La voz de Elías la acompañó durante noventa años, como un milagro que se esforzaba, sin ningún énfasis, por describir, cuando ya nadie más quedaba de testigo.

Leopoldo Brizuela*

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Matilde Horne / El País, Vincent Marí

*Leopoldo Brizuela est né en 1963 à La Plata, province de Buenos Aires. Romancier, poète et traducteur, il a notamment publié Inglaterra. Una fabula est édité en Argentine, en Espagne, au Portugal, au Brésil et en Allemagne (éditions José Corti, 2004) El placer de la cautiva (Le Plaisir de la captive chez José Corti 2007).



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